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LA RECONVENCION INDUSTRIAL

LA RECONVERSIÓN INDUSTRIAL: O LAS MANIFESTACIONES DE UN PROGRAMA CUYA VIABILIDAD DESCANSA ENTRE LOS INTERESES DEL GOBIERNO Y DEL EMPRESARIA...

jueves, 28 de mayo de 2020

DESARROLLO Y SUBDESARROLLO



DESARROLLO Y SUBDESARROLLO 





Cada concepto destaca así un aspecto particular de la problemática del desarrollo, y de esa manera constituye de hecho un diagnóstico de las causas básicas y de la política de desarrollo, puesto que el concepto prejuzga en qué sentido se debe actuar para alcanzar el desarrollo. Destacar, por ejemplo, la pobreza entre todos los aspectos, conduce a una política de desarrollo que pondrá un acento particular sobre la redistribución internacional e interna del ingreso. El subdesarrollo concebido como estado o situación estructural e institucional, lleva a sostener que el subrayado de la política de desarrollo debe ponerse en el cambio de las estructuras e instituciones que se presume determinan ese estado o situación. 

Cuando se destacan como características básicas las potencialidades desaprovechadas de los recursos humanos y naturales, el acento de la política de desarrollo se vuelca hacia la educación y la formación de mano de obra calificada, así como a la aplicación de la tecnología moderna. Cuando en cambio se insiste sobre los problemas de la dependencia, la política tenderá a modificar las formas tradicionales de vinculación entre países y al fortalecimiento del sistema nacional. La preferencia por uno u otro concepto implica, pues, la existencia de una concepción predeterminada del fenómeno, que se traduce en un diagnóstico de la o las causas básicas del problema y establece preferencias en cuanto a las prioridades de la política de desarrollo. Esa concepción apriorística es, en cierta medida, el producto de la posición ideológica y del método analítico del observador, así como también del conocimiento concreto que pueda tener de dichos problemas.

No carece de sentido, por lo tanto, realizar un esfuerzo de aclaración sistemática para saber qué entienden por desarrollo económico diferentes escuelas de pensamiento, y señalar el sentido que adquirirá el concepto en este libro; tal examen es particularmente importante porque su empleo es muy reciente y fue modificando sensiblemente su sentido. Y esto no sólo durante las últimas décadas, cuando su uso se ha generalizado, sino desde mucho antes, en la terminología económica que le sirvió como antecedente. En realidad, un concepto como el examinado encierra toda una gran definición de la problemática fundamental de la época, de cómo ha sido racionalizada y planteada en el terreno del pensamiento social, como así también respecto del pensamiento económico y de las políticas concretas. Para aclarar el contenido profundo que el concepto de desarrollo tuvo al principio cuando su uso se popularizó en los años inmediatamente posteriores a la segunda guerra mundial, y el que adquirió en la actualidad, así como para ilustrar la interacción histórica entre la concepción de un fenómeno, la realidad concreta y el pensamiento de la época, se tratará de investigar primeramente cuál es la connotación, sentido y naturaleza que al concepto ahora se atribuye, para cotejarlo en seguida con sus antecedentes históricos; para ello se procederá a un análisis comparativo de términos que expresaron ideas similares y fueron usados por corrientes de pensamiento bien definidas, en determinados períodos de los siglos xix y xx.

Se comienza, por consiguiente, con una referencia al surgimiento del tema del desarrollo como un tópico de preponderante actualidad política en la posguerra. Se continúa luego con un examen de sus antecedentes a través de las nociones de riqueza, evolución y progreso, propias de la gran expansión de la economía europea durante los siglos xv y xix bajo el signo del liberalismo. Sigue una apreciación de los conceptos de industrialización y crecimiento, fruto el primero de los esfuerzos deliberados de ciertos países para participar en el proceso desencadenado por la Revolución Industrial; y el segundo, de las políticas destinadas a solucionar los problemas del desempleo en economías capitalistas maduras. Más adelante se discuten, desde idéntico punto de vista, las corrientes de pensamiento o enfoques actuales sobre el concepto de desarrollo. El examen de cada uno de esos conceptos se realiza desde el ángulo de la realidad histórica concreta que refleja, del pensamiento económico de la época y del pensamiento social o filosófico correspondiente. Este análisis conceptual tiene gran importancia práctica; permite apreciar el desajuste que existe entre una problemática concreta y actual, cada vez mejor conocida, y los esquemas de pensamiento heredados del pasado para su interpretación y para fundamentar la acción política, que cada vez aparecen como más insuficientes.

LOS ANTECEDENTES


 a) E l desarrollo como tópico de la posguerra Al finalizar la segunda guerra mundial, en 1945, se completaban tres décadas catastróficas en la historia moderna: la primera guerra mundial, entre 1914 y 1918; la década de 1920, caracterizada por el desempleo, la inflación y desajustes económicos muy graves en la economía internacional, principalmente en Europa, y por el auge excepcional de la economía norteamericana; la década de 1930, signada por la gran depresión; y la de 1940, por la segunda guerra mundial. Esta última guerra, si bien fue el resultado de factores económicos, políticos e históricos muy profundos, que no corresponde analizar aquí, fue encarada, por parte de las potencias aliadas, en nombre de ciertos principios con los cuales se buscaba desterrar de la faz del mundo los grandes problemas que éste había vivido durante las décadas anteriores: la guerra, el desempleo, la miseria, la discriminación racial, las desigualdades políticas, económicas y sociales. Tanto en la primera Declaración Interaliada de 1941, como en la Carta del Atlántico, del mismo año, se expresa que las potencias signatarias consideran que el único fundamento cierto de la paz reside en que todos los hombres libres del mundo puedan disfrutar de seguridad económica y social, y, por lo tanto, se comprometen a buscar un orden mundial que permita alcanzar esos objetivos una vez finalizada la guerra. Dichos propósitos fueron reafirmados en la Declaración de las Naciones Unidas, firmada por representantes de veintiséis naciones en 1942, y en las conferencias de las cuatro grandes potencias realizadas en 1943 en Moscú y Teherán, y en 1944 en Dumbartoñ Oaks y Yalta. En las últimas dos conferencias aquellos propósitos se concretaron en los primeros bosquejos de la futura organización de las Naciones Unidas, establecida en la Conferencia de San Francisco, en abril de 1945.

En la Carta de las Naciones Unidas, adoptada en esa ocasión, los propósitos de desarrollo económico y social quedaron explícitamente reconocidos cuando se expresa que los pueblos de las Naciones Unidas estaban “decididos a promover el progreso y mejorar sus niveles de vida dentro de una libertad mayor”, “a emplear las instituciones internacionales para la promoción del avance económico y social de todos los pueblos”, “a lograr la cooperación internacional necesaria para resolver los problemas internacionales de orden económico, social, cultural o de carácter humanitario, y para promover y estimular el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, sin distinción de raza, sexo, lengua o religión”. Para llevar adelante estos propósitos de creación de un nuevo orden internacional en el área de los problemas económicos y sociales, se establecieron durante esos años una serie de organismos especiales en determinadas áreas de la actividad económica y social.

Estos y otros organismos internacionales dedicados a actividades más específicas y técnicas, constituyen una manifestación muy concreta de los propósitos y políticas que la mayoría de los países deseaban emprender a mediados de la década de 1940; producto, a su vez, de transformaciones profundas de las relaciones internacionales, la aparición de nuevas formas de organización política y económica nacional, cambios en la estructura social y de poder en las potencias dominantes y en las ex colonias, etc.

De los principios generales y de los propósitos concretos enunciados para las diferentes organizaciones internacionales se desprenden las tareas que, en lo económico, se preveían para la posguerra: reconstrucción de las áreas devastadas por la contienda, reorganización del comercio y las finanzas internacionales y adopción de políticas de pleno empleo en los países industriales. Estas preocupaciones reflejaban directamente los principales problemas que había vivido el mundo en los años anteriores y todas ellas expresaban tareas de envergadura mundial. Desde luego, el conflicto bélico afectó no sólo los países industrializados ' sino también las áreas no-industrializadas de Europa, vastas regiones de África, i del Medio Oriente y de Asia. Por otra parte, la crisis de la economía internacional, que se inició a partir de la primera guerra mundial, se agravó durante el largo período depresivo por el que atravesó la economía europea durante la década de 1920 y se propagó, con graves repercusiones para todo el mundo, a raíz de la gran depresión. Esta crisis económica produjo una grave desocupación y caída del ingreso en los países centrales y, en virtud de la contracción f del comercio mundial y de la interrupción de los flujos internacionales de capital, provocó efectos similares en los países proveedores de materias primas. 

Las tareas planteadas en los primeros años de la posguerra fueron por consiguiente, y en forma primordial, la reconstrucción y solución de los problemas inmediatos de abastecimiento de los países devastados por la guerra, así como la revitalización del sistema económico internacional, basado sobre políticas de pleno empleo en los países industrializados. No obstante las declaraciones de principios antes indicadas, las tareas fundamentales se concebían en la práctica como esfuerzos transitorios, los que quedarían superados una vez que se llevase a cabo la reconstrucción de las áreas afectadas por la guerra y fuese restablecida la normalidad en las condiciones económicas y de comercio mundiales. Las preocupaciones de los países integrantes de las Naciones Unidas y de los organismos del sistema tuvieron que comenzar a responder, sin embargo, desde muy temprano, a una serie de nuevas exigencias, de orden más permanente; estas preocupaciones respondían indirectamente a los enunciados de progreso económico y social, en cuyo nombre se hizo el esfuerzo bélico, y constituían la expresión de un nuevo, importante y creciente grupo de países, que comenzaba a manifestar sus intereses en el foro mundial creado por las Naciones Unidas y sus organismos especializados.

b] Conceptos similares Se comenzará por cotejar el concepto de desarrollo con el de riqueza, funda, mental en el pensamiento de los autores clásicos. La famosa obra de Adam Smith  cuya publicación en 1776 sienta las bases de la escuela clásica se titula Una investigación de las causas y naturaleza de la riqueza de las naciones. Según J. S. M ili, principal sistematizador del pensamiento clásico, y quien publica su obra fundamental en 1848, la riqueza es el indicador de la prosperidad o decadencia de las naciones. Para esta corriente de pensamiento, el concepto de riqueza se refiere en forma directa al potencial productivo de una como uni­dad, que se traduciría en “aquel conjunto máximo de bienes que un país puede obtener, dada la naturaleza de su suelo, su clima y su situación respecto de otros países’’

Entre los clásicos, esta idea va asociada a una determinada manera de percibir el funcionamiento de la sociedad, concebida como un conjunto de individuos o unidades económicas que se comportan según una serie de leyes y principios inmutables, que definen el funcionamiento del sistema o mecanismo económico. La riqueza es, para ellos, el producto de una sociedad organizada jurídica e institucionalmente de acuerdo con la filosofía del derecho natural. Esta concepción está estrechamente relacionada con la filosofía individualista y liberal del Derecho y del Estado que se difunde ; basada sobre el sistema de la libre concurrencia económica, sistema que descansa a su vez sobre los principios de la libertad individual, de la propiedad privada, de la sucesión privada de los medios materiales de producción (tierra y capital), y de la libertad de los contratos.6 O dicho con palabras de Hicks: “Los principios liberales, o no-intervencionistas, de los economistas clásicos (Smith, Ricardo), no eran, en primer lugar, principios económicos; era una aplicación a la economía de principios cuyo campo de aplicación se suponía mucho más amplio” .6 esta concepción tiene su base histórica principalmente en el siglo x v i i i , que presencia los comienzos de la Revolución Industrial, que se manifiesta por una gran multiplicación de pequeños talleres y empresas, una gradual liberalización del orden económico mediante la abolición de la servidumbre en las áreas rurales y la destrucción de los gremios artesanales en la ciudad y las restricciones impuestas a la nobleza y al monarca absoluto con el surgimiento de cuerpos legislativos representativos de la nueva clase burguesa en ascenso.

La noción de industrialización, concebida como un proceso deliberado, tiene antecedentes muy antiguos. Nace generalmente como resultado del atraso relativo de determinados países frente a otros que han avanzado sustancialmente en el proceso de industrialización, y postula una política proteccionista frente a las potencias industriales. Es el caso de Estados Unidos, a mediados del siglo pasado y, posteriormente, de Alemania y de Japón frente al crecimiento y expansión geográfica del potencial industrial de Inglaterra. Tiene sus exponentes principales en Estados Unidos, y  en la escuela histórica alemana. En el siglo xx el retraso en la evolución del capitalismo en Rusia, y la revolución política registrada en ese país, posibilitan la creación de una economía socialista planificada, dedicada fundamentalmente a la organización acelerada de una economía industrial. Marx y Lenin sobre todo este último son los principales exponentes del pensamiento económico que se percibe detrás de estos esfuerzos por constituirse en una potencia industrial moderna. El atraso de Alemania e Italia en su desarrollo industrial frente a las demás potencias europeas consecuencia en parte de la primera guerra mundial y del período de desajuste económico posterior impulsa a los regímenes nazi y fascista respectivamente, a estimular en forma considerable la industria, tanto para convertirse en potencias bélicas como para lograr un elevado grado de autosuficiencia. En América Latina, como ya antes se señaló, la década de 1930 es también un período de importantes esfuerzos en materia de industrialización. La base histórica de esta política es la necesidad de diversificar las economías de la región para superar la dependencia externa; constituyó su impulso más inmediato la crisis de 1930, que induce a los países más importantes del área a un proceso acelerado de sustitución de productos manufacturados de importación. Las políticas anticíclicas y proteccionistas de países industriales, así como la influencia ideológica del socialismo, del New Deal, el fascismo y el narzismo, influyen considerablemente sobre las medidas de industrialización que se adoptan en América Latina.

 ENFOQUES ACTUALES 


El análisis de conceptos históricamente equivalentes al de desarrollo económico permitió observar cómo cada uno de ellos refleja, en realidad, una corriente de pensamiento. Muestra al mismo tiempo cómo se asocian tanto a la problemática concreta que cada corriente trata de expresar, como al trasfondo filosófico y cultural dentro del cual se desarrolló la misma. Este enfoque filosófico general y la percepción de su marco cultural, podría denominarse “visión”; y en ésta convendría destacar dos aspectos: el ideológico y el metodológico. Toda corriente de pensamiento, en efecto, implica una visión del deber ser, una aspiración, un ele ento prospectivo; en suma, una ideología. Y por otra parte llega a conclusiones por el em pleo de determinado método de análisis. Por consiguiente, si se desea realizar un estudio de los principales enfoques actuales del desarrollo será necesario examinar dichas posiciones desde un punto de vista ideológico y también metodológico, indispensable para definir cada posición en cuanto a los objetivos, metas y aspiraciones que se supone deberá satisfacer el desarrollo; es decir, el desarrollo concebido en su sentido ideológico o prospectivo. Y para lograrlo deberá tenerse una perfecta claridad respecto del método analítico a utilizar en el examen del desarrollo. La circunstancia de que no se realice este tipo de análisis o se descuiden estos aspectos, no implica ausencia de una posición ideológica y metodológica frente a estos problemas. Como ya se ha visto, la admisión de cualquier concepto implica necesariamente adoptar una determinada posición. Y la única forma de que ésta adquiera verdadera seriedad y objetividad es admitirla de modo explícito, para así poder escoger en forma perfectamente consciente la ideología y el método que corresponden a la posición adoptada por cada observador. Colocarse en una posición presuntamente “neutral”, negándose a precisarla, no lleva a una mayor objetividad sino, por el contrario, puede conducir a aceptar, de manera acrática o inconsciente, las posiciones implícitas en alguna de esas corrientes de pensamiento existentes. Asimismo se establecen ciertas directrices que fueron patrones para el desarrollo como lo son: 

a] E l desarrollo como crecimiento
B l subdesarrollo como etapa
c] E l desarrollo como un proceso de cambio estructural global

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